dimecres, 20 de febrer del 2008

ENTREVISTA TERECI MOIX


Terenci Moix: «Cleopatra asumió el mestizaje y sacó provecho»

PILAR ORTEGA BARGUEÑO



Del amor, la muerte y la caída de los imperios habla Terenci Moix en No digas que fue un sueño, una novela que el escritor confiesa —en esta entrevista realizada a través de cuestionario— haber redactado con su propia sangre, especialmente al describir el desconsuelo de Cleopatra al perder a Marco Antonio.

Pregunta : ¿De qué intereses nace 'No digas que fue un sueño'?
Respuesta : Quería reconstruir literariamente un mundo que me apasionó desde siempre, darle cotidianidad, resucitarlo en sus formas, en sus perfumes, en sus sonidos, como un anticipo de la realidad virtual, de la que soy un fanático. Por supuesto, No digas que fue un sueño ha hecho su fortuna como novela pasional, pero mi mayor interés era desentrañar la fascinación enfermiza que me provoca lo que se ha dado en llamar «el Egipto del crepúsculo», ese mundo híbrido que produce el helenismo y con el que muere el Egipto clásico. En última instancia, quería reivindicar la figura de Cleopatra como mujer superior, bien distinta de la que nos han dejado sus enemigos.

P. : ¿Esta fue su primera novela sobre Egipto?
R. : En un sentido estricto sí, pero Alejandría y la Tebaida cristiana aparecían ya en Mundo macho y Nuestra Virgen de los Mártires; lo que ocurre es que esta novela era una herejía absoluta, un intento salvaje de destrozar el canon de la novela histórica. Me apasiona subvertir los cánones, sobre todo ahora que se escriben tantas tonterías sobre ellos.

P. Si no me equivoco, ésta es la obra más vendida de la historia de los premios Planeta.
R. No caeré en la horterada de ser humilde: llevamos algo así como un 1.600.000 ejemplares vendidos. Casi estoy por decir que es la más vendida de cualquier premio español.

P. ¿Quedó fascinado por la imagen de una reina que, abandonada por su amante, llora su luto de amor en el Nilo?
R. Quedé fascinado por la imagen de mí mismo convertido en perra llorona a causa de una ruptura sentimental. Cuando yo le decía a Fernando Lara: «¿por qué ha tenido la gente que volcarse en este libro y menos en otros?», él decía que seguramente los lectores notaban que estaba escrito con sangre. Yo añadiría incluso unos vómitos. En fin, este libro demuestra que la sinceridad siempre tiene recompensa.

P. ¿En qué radica la originalidad de Cleopatra? ¿Y dónde están sus contradicciones?
R. Es un personaje-encrucijada. No sólo lo es por el momento histórico que le toca vivir, sino por ubicación geográfica. Muchos egipcios ortodoxos no la consideran egipcia; igual que a Cavafis, la consideran simplemente alejandrina, y eso siempre quiso decir tierra de nadie. Es una diosa mediterránea, más que nilótica. Y, sin embargo, fue la única en toda la dinastía de los Tolomeos que se molestó en aprender la lengua egipcia.

P. ¿Existe algún perfil actual de mujer que pudiera acercarse al de Cleopatra?
R. Detesto este tipo de comparaciones porque medir la Antigüedad con nuestros baremos conduce siempre a error. De todos modos, yo visualizo a Cleopatra como una mezcla de Nuria Espert, Isabel Preysler y Margaret Thatcher. A las dos primeras las adoro, a la otra en absoluto, pero genio sí tuvo.

P. ¿Cuáles son los rasgos de la personalidad de Marco Antonio?
R. Yo lo vi desde un principio como un antihéroe, y el verso de Cavafis que da título al libro me dio la pista. Hay mucho de romántico en su caída: juega todas sus cartas por ese sueño de Oriente, que tantos políticos tuvieron después. En cuanto a su relación con Cleopatra es evidente que se encuentra ante una mujer superior y, desde luego, ante el mito de la Gran Madre. No hay que olvidar que a Cleopatra le gustaba representarse como Isis.

P. ¿La reina consigue convertir en espectáculo su luto de amor?
R. Lo convierte en un ensayo de grand-opera, y esto está muy en el estilo de su familia. Otro de los poemas culminantes de Cavafis es aquél en que Cleopatra y Antonio muestran a sus hijos al pueblo. Hay una gigantesca exhibición de oropeles pero los alejandrinos llegan a la conclusión de que aquello es puro teatro. Yo di bastantes pistas a la crítica para ver si se enteraban, pero hubo más de un imbécil que me atribuyó influencias de Cecil B. de Mille cuando en general había recurrido a Wagner o a Haendel, por decir sólo dos nombres.

P. En la novela queda patente la destrucción de la que es capaz el desamor. ¿Podía ser la reina más fascinante del mundo aquel fardo de velos negros que se apoyaba en su consejero para lograr avanzar unos pasos?
R. La gente más inteligente y fascinante del mundo tiende a convertirse en un guiñapo por culpa de un mal amor. Pero quiero recordar que la novela no es una visión unilateral del amor. De hecho hay cinco o seis historias sentimentales que avanzan en sentido negativo. Es decir, todo el mundo sufre por amores no correspondidos en esta novela.

P. ¿Cómo engarzó Cleopatra su doble alma griega y egipcia?
R. Por una habilidad muy mediterránea, que consiste en la asunción del mestizaje y el arte de sacar provecho del mismo. Cuando yo escribí esta novela, acababa de romper con la cultura catalana y me sentía, como ahora, un extraño en la Cataluña de Pujol. Acabé de empeorar las cosas cuando declaré: «Prefiero morir de sida en Marruecos que de aburrimiento en la Cataluña de Pujol». Esto demuestra mi estado de ánimo cuando me enfrenté al personaje de Cleopatra: yo era como un extraño y un mestizo. Tenía que engarzar mis cinco o seis almas para engarzar las dos de Cleopatra.

P. ¿El cine ha contaminado tanto, como usted denuncia, la imagen de Cleopatra?
R. Sí, brutalmente. Yo tengo en casa todas las versiones que se han hecho del personaje, menos algunas del periodo mudo, que se han perdido. La visión es desoladora. En general, el cine ha potenciado la imagen de Cleopatra como tentadora, intrigante y hasta un poco pendón. Para acentuar su glamur, se la ha vestido a menudo de odalisca de serrallo —¡lo que era Rhonda Fleming en Serpent of the Nile!— y para hacerla más joven le han escamoteado a sus cuatro hijos. La versión de Mankiewicz con Liz Taylor es valiosísima, porque presenta por primera vez a una Cleopatra madre, y desde luego nos restituye su categoría como intelectual y mujer de estado. De todas maneras, quisiera destacar que mucho antes que el cine, la labor de desprestigiar a Cleopatra la emprendieron con gran saña los cronistas romanos.

P. El odio y el amor son vinos que fermentan en el mismo odre, dice un servidor de Cleopatra Séptima, ¿opina usted lo mismo?
R. Bueno, es lo que dicen en las coplas. Por fortuna, Shakespeare y Rafael de León no andan tan separados.

P. ¿La novela no es también un viaje por toda la Antigüedad clásica, al recorrer el lector Atenas, Roma, Antioquia, Judea y el Alto Nilo?
R. Lo es, en efecto, y vuelve a serlo en otras novelas mías. Bueno, esto es un recurso tan viejo como la novela Las efesíacas y a la vez tan nuevo como las aventuras de Flash Gordon. El mundo es demasiado grande, la realidad demasiado vasta para quedarse en un solo sitio.

P. ¿Cuántas novelas ha dedicado al país del Nilo?
R. El sueño de Alejandría, aunque gran parte de ella transcurría en la Roma de Augusto y el Marruecos del rey Juba; El amargo don de la belleza, que era sobre el reinado de Ejnaton y Nefertiti; La herida de la esfinge, que era un capriccio, un juego literario sobre el Egipto de los románticos; y ahora estoy terminando El arpista ciego, sobre las artes musicales en el reinado de Tutankamon. Además de estas novelas está Terenci del Nilo (Viaje sentimental a Egipto), que, bajo la apariencia de un libro de viajes, era una forma más de experimentar métodos narrativos.

P. E. M. Forster, Shakespeare, Cavafis... ¿Por qué Egipto despierta tanto interés?
R. Cada uno de esos escritores realiza una aproximación a Egiptos distintos. La Tebas de Sinuhé el egipcio no es lo mismo que la Alejandría de Durrell, ni Amelia Edwards ve el mismo Egipto que pudo ver Herodoto. Pero me atrevo a decir que todos los autores vieron en Egipto la cuna de nuestra civilización.

P. ¿Qué le ofrece la Antigüedad clásica que no le proporcione el mundo de hoy?
R. Me apasiona el mundo de hoy, y no podría vivir en otra época, pero al mismo tiempo la cultura clásica es mi sustentación para no sentirme en el vacío. Cierto que soy un adicto feroz al Adobe Photoshop, a los DVD y a lo que tengan a bien inventar pasado mañana, pero sigo teniendo una adicción brutal por la Divina Comedia, Stendhal o los clásicos griegos. Este es el equilibrio en que vivo.

P. ¿Algún sueño literario por cumplir?
R. En estos momentos todos mis sueños son virtuales. Lo que más me apasiona es terminar de una vez mi página web.

P. ¿Y algún sueño personal?
R. Cenar con Leonardo di Caprio en el Winter Palace de Luxor. Mejor dicho, Tebas.