dimarts, 29 de gener del 2008

ENTREVISTA BJORK

Perdón, no doy más; me hago encima. Empecemos por la mitad, por una frase dicha mediando la entrevista. En ese género ingrato y alienado que es el "reportaje telefónico de estrella del primer mundo frente a medio del tercero", el tiempo vale oro. Así que una vejiga urgida puede arruinarte 5 de los 20 preciados minutitos. Pero se trata de Björk: esperemos que haga su "descargo" allá en su barco neoyorquino y vuelva al teléfono (después de oírse el splash del inodoro y todo). Por supuesto, su pedido de perdón se repite. "Por favor, sabemos cuánto respetás las fuerzas de la Naturaleza...", oye ella y se ríe: "¡Claro, de eso se trata mi disco!".

¿Vieron? Nuestra Björk Gudmundsdóttir es conceptual hasta cuando va de cuerpo. Justamente en Volta -su sexto álbum en estudio, que presentará el 4 y el 7 de noviembre en el Gran Rex, sin dejar de repasar viejas joyas como Hunter, Jóga, Pluto, Army of Me- entona: "Prefiero navegar siguiendo las leyes de la Naturaleza". Esta islandesa de ya 41 años exhibe su "espontaneidad" desde una máscara de meditado personaje: esa voz aniñada, esa pronunciación de vikinga, esos silencios. Alterna su vida y su obra entre la reflexión y el arrebato, la elaboración y la simpleza, la madurez y la puerilidad, la agresividad y la fragilidad, el grito y la afectación. Una alternancia que suele derivar en una "naturalidad sobreactuada", marca de fábrica de la señora duende.

Se define como ciclotímica. ¿Y en qué "paisaje emocional" estará hoy esta mujer? "En el opuesto de mi disco más introvertido, Vespertine (01)", asegura masticando erres de fierro. "Volta muestra mi fiebre claustrofóbica, porque ahora estoy en una etapa más extrovertida de mi vida; quiero salir en pos de una aventura, no vivir más encerrada en una crisálida".

En viejas canciones como "Hunter" (97) y ahora en "Wanderlust" ("ansias de vagar" ), hablás de un impulso nómada. ¿Sos realmente una persona sin raíces, a la que le gusta viajar todo el tiempo buscando nuevos hogares?

Todo ese impulso nació cuando tenía 10 u 11 años. Empecé a vender diarios en la calle y, con el dinero que ganaba, me compré una carpa y una bolsa de dormir porque quería hacer dedo y viajar por Islandia. Me gustaba dormir en la bolsa de dormir, sola, y caminar por ahí cantando. Viajar me daba una sensación de libertad incomparable.



"Wanderlust" es anti-urbana. Pero vivís una parte del año en Londres y otra, en Nueva York. ¿Cómo soportás vivir en esas grandes ciudades?

Sí, es raro. Paso mucho tiempo en Islandia y después vengo a Nueva York. Hay cosas de las ciudades que necesito o que me gustan: los conciertos, las buenas disquerías. Pero puedo quedarme un ratito y después siempre me tengo que volver a la naturaleza. Por eso es que en Nueva York sólo puedo vivir arriba de un barco.

Siempre vuelve el tema del mar ("The Anchor Song", "Oceania" ). En "Volta", cantás sobre el ideal de "ser tomada por las garras de océano".

Es un sentimiento que me acompaña; creo que le pasa a toda la gente que nace y vive en una isla.



Le dedicás "My Juvenile" a tu hijo Sindri de 21 años. Su moraleja es tremenda para una madre: hay que aceptar que para crecer, tiene que dejarte. ¿Ahora no serías víctima de esas "ansias de vagar"?

Es muy difícil dejar que se vayan tus hijos. Pero hay que hacerlo. Yo lo hice con mi madre y Sindri ya es una persona independiente. Y defiendo su independencia.



En "Medúlla" (04), cantabas sobre la necesidad de refugiarse, lejos de Bush y Osama. ¿Por qué ahora con canciones como "Declare Independence" elegiste ser más ofensiva que defensiva?

Ya no hay que esperar nada de los políticos; uno tiene que hacer las cosas por sí mismo. Quizá por eso hablo de una política más personal: creá tu propia bandera, subite a un barco, navegá por el mundo, pedí justicia. Creo que la política hoy es como los dinosaurios de ayer: muy anticuada y nada funcional. La mayoría de la gente ya lo siente así y actúa.



"Dull Flame of Desire" está basada en un poema que aparece en la película Andrei Tarkovsky, "Stalker" (79). ¿Cómo llegaste a componer esa canción (la más conmovedora del álbum)?

Mi relación con el cine es rara: de chica, no veía TV ni películas. Fue recién cuando tenía 13 que hubo televisión color en Islandia. Recuerdo que, cuando era adolescente, todos mis amigos hablaban de Tarkovsky, pero en esa época a mí me interesaba más la música. Recién cuando me mudé de nuevo a Islandia, después de hacer Homogenic (97), empecé a ver películas a la noche. Hace 5 años, me enganché con Tarkovsky. Las veía de noche, sola, en DVD, tomando un té en invierno. Era como leer un libro: sus películas tienen un ritmo diferente al de la mayoría. Rebobinaba, ponía pause. Vi todas sus películas en uno o dos meses, encerrada en casa. Una noche transcribí ese poema de Stalker en mi diario, pero recién le encontré melodía cinco años después.



En "Medúlla", también musicalizaste versos de e. e. Cummings. ¿Cómo trabajás con las palabras de una canción, sean tuyas o de otra persona?

No hay un solo método. Leo un poema que me gusta y de inmediato sé que quiero cantarlo, si me inspira ritmo, melodías. Pero diría que en el 90% de los casos, las palabras me aparecen después. A mí me resulta mucho más natural componer melodías que usar palabras. Sé de qué trata la canción desde el punto de vista emocional, pero me lleva tiempo averiguarlo y ponerlo en palabras porque es algo subconsciente. A veces escribo en mi diario cosas que son como letras. Entonces hago de "casamentera". Compongo una melodía, reviso mi diario y digo: "Guau, esto encaja perfecto". Muy pocas veces escribo la melodía y la letra al mismo tiempo.



Escribiste en el sitio de Joni Mitchell que vivimos en un mundo de rock tan masculino que a la Mitchell la ignoran y a Dylan se lo ve como un santo. ¿Creés que se puede revertir esta situación?

Tener que explicarle su lugar en el mundo a una hija (Isadóra Barney, 5 años) me despertó la necesidad de buscar justicia para las mujeres. No me importa estar en una sociedad patriarcal, pero debemos ser concientes de cómo ésta influye en nosotros. Me resulta extraño estar en Nueva York y ver una y otra vez que a Bob Dylan lo convierten en un santo, y de Joni Mitchell, dicen que es difícil, amargada, malhumorada y vieja. En cambio, si Dylan se muestra amargado y enojado es porque es un genio. Las mujeres no pueden tener opiniones porque los hombres dicen que son maliciosas y desagradables. Ojo, no tengo nada contra Bob Dylan. No es mi músico favorito, pero doy este ejemplo para comparar. Como vivo en los Estados Unidos, muchas veces le digo a la gente: "Aquí tienen a dos personas de América del Norte, ¿por qué las tratan de modo tan diferente? ¿No será porque una es mujer?"